Gertz se va: se quita el lastre, comienza la justicia

r4
r4
6 Min Read

Columna Olor A Dinero

Feliciano J. Espriella

Gertz se va: se quita el lastre, comienza la justicia

Viernes 28 de noviembre de 2025

Al momento de escribir estas líneas, la renuncia de Alejandro Gertz Manero como titular de la Fiscalía General de la República (FGR) se discute en el Senado. Nadie duda del desenlace: la aplanadora oficialista hará su trabajo. Pero más allá del trámite legislativo, el verdadero acontecimiento ocurre en la vida política del país: con su salida, la justicia mexicana se sacude de un pesado lastre que frenaba la transformación.

Durante años, millones de mexicanos compartimos la percepción de que Gertz Manero era un obstáculo para la procuración de justicia. Sus investigaciones eran lentas, prolongadas e ineficientes, salvo cuando se trataba de asuntos personales, donde mostraba una sorprendente eficacia y obsesiva diligencia. Aunque nunca se documentó corrupción directa en su persona, la institución que encabezó emanaba tufos de tráfico de influencias, favoritismo y simulación.

Su falta de resultados no es discutible: es un hecho. Casos emblemáticos como Emilio Lozoya, Rosario Robles o los presuntos vínculos de Genaro García Luna con el crimen organizado terminaron empantanados o colapsados por errores fundamentales. No fueron tropiezos accidentales: fueron consecuencias de una justicia operando con lógica burocrática, fragmentada, desconectada del propósito de la Cuarta Transformación.

Gertz nunca fue fiscal de la transformación. Fue fiscal de la transición inconclusa: un reloj antiguo en una sala de control moderna. Con experiencia, sí. Con tecnicismo, también. Pero con la mecánica interna de otro tiempo: selectiva, personalista, más interesada en preservar el sistema que en reformarlo.

Herencia viva del viejo régimen, su destino estuvo marcado desde el principio. Provenía de la estructura de seguridad del priismo —de la extinta DFS— diseñada no para proteger derechos, sino para administrar el orden, simular autonomía e institucionalizar la impunidad. Bajo su mando, la Fiscalía se convirtió justamente en eso: una institución lenta, parcial, desconectada de la idea de justicia social y ajena a cualquier transformación profunda.

Paradójicamente, lo que menos tuvo fue autonomía. Su cercanía con las élites políticas y económicas lo convirtió en un operador útil para todos: nunca fue tocado por la derecha, incluso fue defendido por figuras como Alejandro Moreno, quien salió presuroso a lamentar su salida, o por empresarios como Ricardo Salinas Pliego, que calificaron su remoción como “golpe jurídico-político”. Si lo defendían los de siempre, por algo era.

Pero su desgaste no fue sólo político. Fue funcional. El equipo de seguridad y justicia de la nueva administración —encabezado por Omar García Harfuch y con la presidenta Claudia Sheinbaum al mando— necesita velocidad, coordinación y claridad. Gertz operaba como pieza suelta, distante, desconectada. Se volvió un amarre. Un obstáculo.

Sheinbaum, con su estilo institucional, evitó confrontarlo abiertamente. Sin embargo, fue clara al señalar que el país ya no podía seguir con una Fiscalía que caminara al ritmo antiguo. Necesitaba coordinación y resultados. Y Gertz era incapaz de entregar alguna de las dos cosas.

Su salida, por tanto, no sólo es necesaria. Es simbólica. Representa el fin de un fiscal que pertenecía al pasado y la apertura de un nuevo momento: el de una justicia coordinada, expedita, moderna y alineada con los objetivos de transformación institucional.

Hoy, los nombres que suenan para sucederlo —Ernestina Godoy, Arturo Zaldívar y Arturo Medina— representan perfiles con visión de futuro, experiencia técnica y lealtad institucional. Pero sobre todo, representan algo que Gertz nunca fue: piezas de un proyecto y no engranajes sueltos del pasado.

Godoy, la más mencionada, encarna la lógica del nuevo modelo: coordinación, cercanía con el Ejecutivo, eficiencia y visión social de la justicia. Zaldívar, jurista sólido y con afinidad al proyecto, asoma como segunda carta. Medina, con perfil más administrativo, completa la terna.

Lo importante, sin embargo, no es el nombre. Es el rumbo. La Fiscalía no puede seguir siendo un mausoleo del derecho. Debe ser motor de justicia. Con la salida de Gertz, ese cambio se vuelve posible.

Hoy no solo renuncia un hombre. Se retira un símbolo. Y cuando los símbolos caen, comienzan las transformaciones.

Me despido con un comercial: sintonicen a las 6:10 AM, “La Caliente” 90.7 FM., el colega y amigo José Ángel Partida me abre un espacio en su noticiero en el que comentaremos con más detalle esta columna. ¡No se lo pierdan!

Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima

Share This Article
Leave a comment