La presa que se desbordó antes de tener agua
Roberto Pogués
Lunes 17 de noviembre de 2025
Tomado de www-sergiovalle.mx
En Sonora, donde el sol no pide permiso y el polvo tampoco, uno pensaría que construir una presa sería casi un acto de fe. Pero en La Puerta del Sol, comunidad ubicada a unos cuantos kilómetros de Ures, el proyecto hídrico que prometía orden y progreso terminó convertido en un alud político que dejó mojados —y no precisamente por el río— a los gobiernos de la 4T.
Porque nadie les avisó que, antes de intentar contener el agua, había que contener a la gente. Sí, nadie les avisó y por lo visto no lo sabían.
La comunidad del Río Sonora, curtida por años de abandono, manipulación de grupos dizque ambientalistas y promesas incumplidas, reaccionó a la noticia de la presa como reacciona cualquiera que ya aprendió a desconfiar: con protestas, bloqueos carreteros, asambleas improvisadas y un rosario de preguntas que ninguna autoridad quiso responder a tiempo. Que si el impacto en los agricultores, que si el riesgo de inundación, que si los terrenos, que si la transparencia de los estudios técnicos. Detalles, pues. Detalles que para los burócratas son secundarios, pero para quienes viven ahí significan toda la vida.
En Hermosillo el gobierno estatal fue pillado fuera de lugar. El secretario de gobierno, Adolfo Salazar, trató de explicar una y otra vez con visitas frecuentes a las comunidades (pero más a los micrófonos de radio) que el proyecto era “para bien de todos”, usando ese tono zen de funcionario que quisiera que el debate público fuera una clase de yoga. Pero la narrativa no cuajó. A la gente no se le convence con comunicados, y menos cuando el agua que se quiere controlar está justo sobre sus cabezas.
El gobernador, por su parte, intentó poner orden declarando que la obra sería revisada, explicada y socializada. Es decir, lo mismo que se debió hacer desde un principio, antes de que las protestas se volvieran tendencia y antes de que el expediente pasara del escritorio técnico al ring político. Pero, como suele suceder, la socialización llegó después del regaño.
Desde Zócalo de la Ciudad de México, la presidenta Claudia Sheinbaum llamó a escuchar a las comunidades —una frase que sirve lo mismo para conflictos sociales que para crisis de violencia e inseguridad en cualquier rincón del territorio nacional— y agregó que se analizaría una posible consulta ciudadana. Ahí fue cuando todos voltearon a ver al Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (IEEyPC), esa institución que siempre parece estar desvelada. Ahora, además de organizar elecciones, tendrá que diseñar una consulta que demuestre no ser mera simulación ni se convierta en piñata política en pleno camino hacia 2027.
El asunto es que la consulta, lejos de resolver, podría abrir más flancos: ¿quién elabora la pregunta? ¿Quién define el padrón? ¿Quién asegura que la población tenga la información suficiente para responder? ¿Quién valida los resultados?, ¿Qué pasa si gana el “no”?, ¿Qué pasa si gana el “sí”? En Sonora, las consultas participan poco y dividen mucho, pero se invocan con la fe de quien pretende que la democracia directa sea un instrumento legitimador de lo que sea y no un proceso complejo que exige reglas claras y confianza.
Lo cierto es que esta presa —que debía ser un proyecto técnico, con números, planos y plazos— acabó convertida en el ejemplo más reciente de que a la 4T en Sonora se le complican las cosas por donde uno pensaba que estaban más seguras: la operación política, sencillamente por no preguntar antes de imponer, por no socializar antes de anunciar ni escuchar antes de excavar.
La Puerta del Sol abrió, sin quererlo, la puerta a un dilema que los gobiernos morenistas no habían enfrentado con tal claridad en el estado: cuando el discurso del “bienestar” choca con comunidades que ya no están dispuestas a creer sin ver.
Y así, una presa que buscaba resolver el caos hídrico terminó desbordando el caos político. Porque en Sonora, como en la vida, no importa cuánto concreto se use: si no se cimenta la confianza, ninguna obra se sostiene. Y menos cuando la torpeza y los malos oficios pesan más que el agua misma.
Es cuanto.
