Después de todo, Fox tenía razón

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Tomado de www.sergiovalle.mx

Después de todo, Fox tenía razón

Roberto Pogués

Miércoles 12 de noviembre de 2025

Sería redundante decir que Morena vive y crece a partir de la memoria selectiva, las medias verdades y los datos a modo. 

También sería repetitivo insistir en que López Obrador y Sheinbaum serían los opositores más férreos del Andrés Manuel y la Claudia ya sentados en la silla presidencial.

Sin embargo, ante la insistencia de la presidenta en seguir por este camino, habrá que desempolvar la historia.

¿O qué, ya se nos olvidó que la frase foxista “no cambies de caballo a mitad del río” llevó a una reforma impulsada por el PRD, entonces controlado por López Obrador, para que el presidente no pudiera intervenir en una elección?

“¡Cállate, chachalaca!”, le gritó AMLO al expresidente, que, de manera tramposa, más no ilegal en ese momento, pedía que se apoyara para su relevo al candidato panista Felipe Calderón.

Esos reclamos para separar a quien ejerce el poder de la contienda electoral, que serían justos si se aplicaran de manera estricta y no selectiva, fueron llevados incluso a la Carta (en ese entonces) Magna, para dejar en claro que el mandatario no debe involucrarse.

Hoy, vueltas que da la vida, el guion cambió y los papeles se invirtieron, y, al puro estilo de la casa y de la 4T, no hay ningún problema en que desde Palacio Nacional se busque cargar la balanza ya no tan democrática.

Morena vuelve a demostrarnos que en México la historia no se repite: se recicla, con logo nuevo y más propaganda.

Ahora resulta que desde el gobierno se busca juntar la revocación de mandato con las elecciones de 2027, y el oficialismo no ve ninguna interferencia, sino “ahorro democrático”.

Dos por uno en boletas, en la propaganda y en los discursos que se van a convertir en parte del ruido cotidiano que escuchamos los ciudadanos. 

Van a buscar enaltecer los logros (es un decir) de la autodenominada Cuarta Transformación. Todo para que “los electores estén informados”, en otro de sus “diálogos circulares”, de lo que se ha hecho y decidan si la presidenta debe hacer su trabajo y quedarse los seis años para los que fue electa.

Dejemos de lado por un momento que estos ejercicios para que un mandatario siga en el cargo han sido usados por sendas figuras como Hugo Chávez, en Venezuela; Evo Morales, en Bolivia; y hasta el plebiscito con el que Augusto Pinochet, en Chile, buscaba continuar en el poder. 

Es claro que el hambre de poder no distingue ideologías: solo se adapta al discurso y a la pulsión autoritaria.

Lo que se impulsa desde el gobierno es un burdo intento de intervenir en las elecciones intermedias, cuando se renueva la Cámara de Diputados y una cantidad no menor de gubernaturas, presidencias municipales y, gracias a la flamante reforma judicial, la otra mitad de los juzgadores del país. Democracia participativa en su máxima expresión… y manipulación.

Se ha dicho que el descontento de la ciudadanía por los asesinatos del alcalde Carlos Manzo y de Carlos Torres Peña, líder limonero que murió unas semanas antes, le va a cobrar factura a Sheinbaum.

También se ha escuchado a reconocidos colegas decir que, en caso de que ganara el NO, Sheinbaum se vería obligada a acatar la decisión, porque es más fácil que se llegue al 40 por ciento del padrón electoral, lo que la haría vinculante.

Un aire que entró por mi ventana me trajo voces del pasado, cuando, antes del día de la elección en 2024, escuché a una cantidad importante de operadores electorales argumentando que la oposición tenía una oportunidad importante de evitar el tsunami de Morena. ¿Cómo vamos con ese freno, por cierto?

Se darán maromas de un lado y del otro para decir por qué es bueno o malo que se junte la revocación de mandato con la elección intermedia. 

Lo cierto es que, y espero estar equivocado, el músculo que aún conservan el PAN, el PRI y el PRD (si es que les queda algo) no evitará un nuevo desastre.

Y así, entre consultas disfrazadas de democracia y elecciones empaquetadas “por austeridad”, el país sigue cabalgando río abajo. Eso sí, sin cambiar de caballo, como sugirió Vicente Fox.

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