Ricardo Salinas y su sueño guajiro

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Columna Olor A Dinero

Feliciano J. Espriella

Ricardo Salinas y su sueño guajiro

Viernes 19 de septiembre de 2025

Ricardo Salinas Pliego ha decidido dar el salto de magnate a mesías político. El tercer hombre más rico de México, famoso por su verbo desparpajado y su propensión al insulto clasista, ahora pretende presentarse como redentor nacional con un movimiento que suena más a cortina de humo que a proyecto serio. Su Movimiento Anticrimen y Corrupción (MAC) fue lanzado con bombo y platillo en Televisión Azteca, su feudo privado, en lo que parecía un ensayo general para una campaña electoral. El detalle no menor es que detrás de esa fachada “anticorrupción” se esconde un personaje que debe más de 74 mil millones de pesos al fisco y que tiene abiertos más de 30 juicios en tribunales.

La desfachatez no sorprende. Estamos hablando del mismo empresario que en 2002 se apropió de Canal 40 con métodos gansteriles: camionetas, guardias armados y cerrojos puestos a medianoche en la puerta de un medio de comunicación. Un episodio que en cualquier democracia madura lo habría mandado directo al banquillo de los acusados. Pero aquí, dos décadas después, el protagonista reaparece con ínfulas de líder opositor, repartiendo lecciones de moralidad y patriotismo.

Lo del 11 de septiembre en TV Azteca fue patético y revelador a la vez. Salinas reunió a empleados, hijos, exdiputados de su propio clan, escritores rentados y una pléyade de periodistas que han hecho de la independencia una farsa. Ahí estaban Lourdes Mendoza, que escribió una columna rastrera celebrando al “nuevo líder” y la reforzó en el programa de Ciro Gómez Leyva; Sergio Sarmiento, quien desde hace décadas cobra como empleado de la televisora disfrazado de liberal ilustrado; y otros como Leonardo Curzio, Esdras Amabot y Francisco Martín Moreno, todos alineados al libreto. Periodistas que claman persecución mientras son propagandistas de un millonario que los usa de comparsa.

El discurso de Salinas fue un refrito del manual de la derecha global: acusar al gobierno de “comunista”, comparar a México con “Cubazuela”, hablar de dictadura de partido único y llamarse a sí mismo “resistencia”. Lo adornó con un grito de Independencia el 15 de septiembre, donde se apropió de la plaza pública como si fuera otro foro televisivo. Todo envuelto en un mensaje que copia y pega de Trump, Bukele y Milei: antisistema de cartón, millonario que juega a ser outsider, dueño de medios que se presenta como perseguido.

El nombre MAC es en sí un chiste involuntario. Más que “Movimiento Anticrimen y Corrupción”, parece un remedo tropical del “Make America Great Again” de Trump. Como si Salinas hubiera encargado a un pasante de mercadotecnia la tarea de calcar el eslogan y adaptarlo con las siglas disponibles. MAC suena a hamburguesa de comida rápida, pero en realidad es un menú indigesto: se presenta como cruzada contra la corrupción mientras su líder evade al fisco con tenacidad digna de récord Guinness.

No es casualidad que se rodee de opinadores venidos a menos, que vieron esfumarse contratos y reflectores en tiempos de la 4T. Salinas les ofrece plataforma y ellos, agradecidos, aplauden como focas. La foto del lanzamiento del MAC es el retrato perfecto de la decadencia del PRIANismo reciclado: empresarios con deudas fiscales, exfuncionarios señalados por desvíos y comentócratas con micrófono en mano para repetir consignas.

Claro que las pretensiones de Salinas suenan grotescas y sus posibilidades parecen nulas. Cualquier encuestador serio sabe que su candidatura no despega ni en sueños. Pero cuidado: el mundo está lleno de ejemplos de candidaturas “imposibles” que se convirtieron en gobierno. Donald Trump fue visto como payaso mediático antes de instalarse en la Casa Blanca. Jair Bolsonaro parecía un chiste de mal gusto hasta que los brasileños lo pusieron en el Palacio de Planalto.

Mauricio Macri y Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Salvador: todos entraron al tablero con discurso antisistema, apelando a la indignación, y terminaron ganando elecciones.

A Salinas Pliego ya lo comparan con ellos. Él sonríe con suficiencia y responde con ambigüedad, como quien se siente cómodo en la provocación. Y aquí la advertencia: la 4T no debería minimizarlo ni echar en saco roto este juego de espejos. No porque Salinas tenga calidad moral o propuestas serias, sino porque el hartazgo ciudadano es un terreno fértil para los oportunistas. Y un magnate con dinero, medios de comunicación y vocación por el escándalo puede convertirse en catalizador de ese enojo social.

Hoy su MAC es apenas un eslogan pintoresco. Mañana, si la inconformidad crece y la oposición tradicional sigue en ruinas, podría mutar en algo más peligroso. El “sueño guajiro” de Salinas Pliego es improbable, sí. Pero como la política contemporánea enseña, lo grotesco y lo ridículo ya no son antídotos contra el poder.

Me despido con un comercial: sintonicen a las 6:10 AM, “La Caliente” 90.7 FM., el colega y amigo José Ángel Partida me abre un espacio en su noticiero en el que comentaremos con más detalle esta columna. ¡No se lo pierdan!

Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima.

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