Columna Olor a Dinero
Feliciano J. Espriella
“El mejor gobernador de la historia… según un súbdito llamado Lamarque”
Jueves 18 de septiembre de 2025
El alcalde de Cajeme, Javier Lamarque Cano, decidió pasar de político a cortesano: convirtió el 4º Informe de Gobierno de Alfonso Durazo en un acto de servilismo desbordado.
Hay reverencias políticas que rozan la pena ajena. Y luego está lo dicho por Javier Lamarque Cano, alcalde de Cajeme, quien, con el aplomo de quien confunde la lisonja con la grandeza, soltó sin rubor: “Alfonso Durazo es el mejor gobernador que ha tenido Sonora en toda su historia”. Ni más ni menos. Un halago tan desproporcionado que habría sonrojado hasta a un adulador de la corte de Luis XIV.
La frase fue pronunciada a propósito del 4º Informe de Gobierno de Durazo Montaño, y desde entonces ha hecho eco en los corrillos políticos y cafeteros. No por lo cierto —faltaba más—, sino por lo grotesco. Porque si Lamarque quería asegurarse un lugar en la carrera sucesoria rumbo a 2027, bien pudo optar por un discurso menos lambiscón, más digno, más serio. Pero no: eligió la ruta de la alfombra roja extendida hasta Palacio de Gobierno.
El episodio evoca a Enrique de Borbón, el futuro Enrique IV de Francia, cuando al comprender que su destino dependía de la corona, aceptó convertirse al catolicismo. Fue entonces cuando se le atribuyó aquella frase lapidaria: “París bien vale una misa”. Es decir, el poder justificaba la renuncia a sus convicciones religiosas. Lamarque, en versión sonorense y provinciana, parece decir: “Sonora bien vale una reverencia a Durazo”.
Lo peor es que Durazo, lejos de sonrojarse o aclarar la desproporción, ha guardado un silencio más que cómodo. Y como en política, el que calla otorga, la conclusión es obvia: el gobernador acepta el homenaje como propio, quizá convencido de que en efecto su nombre merece figurar en mármol y ser recordado como referente histórico de Sonora. ¡Faltaba más!
El contexto, claro, lo explica todo. Lamarque es uno de los más visibles aspirantes de Morena para la sucesión de 2027. Sus padrinos en los altos círculos morenistas y hasta la presidenta Claudia Sheinbaum lo ven con buenos ojos. Pero, ayayay, en la casa de enfrente, en Palacio de Gobierno, las simpatías parecen latir por otra parte: la senadora Lorenia Valles Sampedro.
Por eso su frase no fue casual, sino un mensaje en código: un mea culpa anticipado, un “aquí estoy, gobernador, para lo que guste mandar”. Una misa política sin incienso, pero con todo el tufo del cálculo electoral.
Lo ridículo es que ni siquiera la historia reciente de Sonora admite semejante disparate. ¿El mejor gobernador? ¿En toda la historia? ¿Por encima de Plutarco Elías Calles, que desde Sonora se catapultó a la presidencia y al maximato? ¿Incluso de Samuel Ocaña, con sus universidades y hospitales?, ¿O de Faustino Félix que inició el desarrollo acelerado del estado? ¿Mejor gobernador que Abelardo L. Rodríguez que promovió la fundación de la Universidad de Sonora y construyó la presa que sació la sed de los hermosillenses por más de medio siglo?
Más aún, entre los ex gobernadores que aún viven, hay cuando menos uno (si no es que dos), cuyos gobiernos opacan con creces lo que Durazo ha hecho y pudiera llegar a hacer el resto de su mandato; omito sus nombres para no herir susceptibilidades e inflar egos.
El comentario de Lamarque ha puesto en evidencia una peligrosa costumbre: la de normalizar el servilismo como herramienta de promoción personal. Porque si algo queda claro es que en la política mexicana sigue funcionando el viejo principio cortesano: no importa lo que digas, sino lo bien que suene en los oídos del poderoso.
No sería extraño que mañana aparezca otro edil, diputado o funcionario dispuesto a mejorar la marca: “Durazo, el mejor gobernador del mundo”; “Durazo, el estadista del siglo XXI”; “Durazo, la reencarnación de Juárez”. El sarcasmo se escribe solo, y Lamarque ya abrió la puerta a esta feria de exageraciones.
Al final, la frase del alcalde de Cajeme no pasará a la historia como prueba de lealtad, sino como ejemplo de lo que no debe hacerse cuando la ambición nubla el juicio. Suena más a claudicación que a respaldo, más a plegaria de súbdito que a palabra de estadista.
Podríamos regalarle al alcalde una libreta con frases célebres de la adulación política, para que al menos la próxima vez tenga material de calidad y no vuelva a tropezar con una ocurrencia tan burda. Aunque, viéndolo bien, quizá ya no sea necesario: con ese elogio grotesco, servil y rastrero, Javier Lamarque Cano ya se graduó con honores en la universidad del lambisconeo.
Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia y hasta la próxima
