Armas imaginarias, muertos reales

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Columna Olor A Dinero

Feliciano J. Espriella

Armas imaginarias, muertos reales

Miércoles 18 de junio de 2025

Israel justifica su ataque contra Irán con sospechas nucleares sin pruebas. La historia se repite: Occidente lanza bombas con pretextos y el mundo islámico reacciona. Pakistán advierte: si Israel usa armas nucleares, ellos también responderán.

El ataque sorpresa que Israel lanzó el viernes pasado contra instalaciones militares estratégicas en territorio iraní marca un nuevo y peligroso punto de inflexión en Medio Oriente. El gobierno de Benjamín Netanyahu ha justificado la agresión con el viejo argumento —ya conocido y desgastado— de que Irán está desarrollando armamento nuclear con fines bélicos. A quien tenga memoria geopolítica, la narrativa le resultará inquietantemente familiar: en 2003, Estados Unidos invadió Iraq tras alegar la existencia de armas de destrucción masiva que jamás aparecieron. Hoy, el libreto se repite, con nuevos actores, pero con el mismo cinismo.

El bombardeo israelí destruyó, según fuentes del Mossad, laboratorios y centros de investigación presuntamente ligados al programa nuclear iraní. Teherán ha confirmado la muerte de varios científicos y comandantes militares, pero niega tajantemente estar desarrollando una bomba atómica. De hecho, Irán es signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y permite inspecciones del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), aunque, en los últimos meses, su cooperación ha sido parcial. Esto ha sido suficiente para que Tel Aviv y Washington revivan la narrativa del “enemigo inminente”, apelando al miedo global que genera la sola palabra “nuclear”.

Pero el paralelismo con Iraq no termina en la narrativa. Al igual que en 2003, los aliados occidentales parecen dispuestos a seguir el juego. La Casa Blanca no condenó el ataque preventivo de Israel; por el contrario, funcionarios del Pentágono han insinuado que, de continuar las provocaciones iraníes —es decir, de responder al ataque en su propio territorio—, Estados Unidos podría intervenir militarmente. La portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, Adrienne Watson, declaró que “el presidente Trump está evaluando todos los escenarios”, lo que en lenguaje diplomático suele significar que ya hay buques en camino.

Así, el conflicto se expande. El Parlamento iraní ha aprobado por unanimidad una resolución que califica el ataque como un “acto de guerra” y faculta al Ejecutivo a responder “con toda la fuerza de la República Islámica”. En cuestión de horas, misiles iraníes fueron disparados contra bases israelíes en el Golán y la Galilea, en lo que parece ser apenas el inicio de una espiral bélica que amenaza con devorar a toda la región.

Pero si algo ha sorprendido a analistas y gobiernos, ha sido la rápida y dura reacción de varios países musulmanes, particularmente de Pakistán. El ministro de Defensa pakistaní, Asif Durrani, declaró que “si Israel se atreve a emplear armas nucleares en esta contienda, Pakistán no dudará en responder con igual contundencia”. La declaración, además de alarmante, revela que el conflicto ha tocado una fibra sensible en el mundo islámico: el sentimiento de vulnerabilidad compartida frente a una agresión que perciben como colonialista, selectiva y amparada por el poder occidental.

Es importante recordar que Pakistán es la única potencia nuclear islámica reconocida. Y aunque su doctrina de uso se limita, oficialmente, a una estrategia defensiva, lo cierto es que el actual gobierno de Islamabad se ha acercado en los últimos años a Teherán, motivado por intereses energéticos, fronterizos y por una visión compartida frente a la hegemonía israelí-estadounidense en la región.

El respaldo a Irán no se limita a Pakistán. Siria, Líbano (a través de Hezbolá), Qatar, Argelia y hasta Turquía han expresado su condena a Israel. Rusia ha guardado silencio, pero se especula que buscará capitalizar el conflicto para desviar la atención de su invasión a Ucrania, al tiempo que fortalece sus vínculos con Irán, proveedor clave de drones en el teatro ucraniano.

La pregunta central es si esta escalada es irreversible. La experiencia indica que una vez se inicia una guerra con argumentos endebles, es difícil detenerla. A Iraq le costó más de 200 mil civiles muertos y décadas de inestabilidad. ¿Qué le espera ahora a Irán, cuyo poder militar, demográfico y territorial es muy superior al de Saddam Hussein?

Si Estados Unidos se decide a intervenir directamente, el conflicto podría escalar a niveles insospechados, involucrando no solo a potencias regionales, sino también a jugadores globales. El riesgo de un enfrentamiento nuclear táctico —aunque todavía remoto— ya no es un tabú. Que lo haya verbalizado Pakistán es prueba del abismo que se avecina.

Lo más inquietante es la ligereza con la que se justifica la guerra con supuestos. La historia debería haber enseñado que las guerras preventivas, cuando no se sustentan en hechos comprobables, suelen terminar en desastres humanitarios, crisis económicas globales y generación de nuevos enemigos. Pero los halcones de siempre no aprenden. Y el mundo, una vez más, camina hacia el abismo sin mirar atrás.

Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima

Twitter: @fjespriella

Correo: felicianoespriella@gmail.com 

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