Netanyahu y Trump incendian el Medio Oriente

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Columna Olor A Dinero

Feliciano J. Espriella

Netanyahu y Trump incendian el Medio Oriente

Lunes 16 de junio de 2025           

Cuando los halcones vuelan demasiado bajo, lo hacen para atacar. Y esta vez, el zarpazo ha sido tan artero como irresponsable. Israel, amparado en su presunta superioridad militar y el apoyo tácito —y ahora también explícito— de Estados Unidos, ejecutó un ataque aéreo directo sobre instalaciones militares de Irán. En la operación murieron no solo un importante general del cuerpo de élite iraní, sino también varios científicos vinculados a su programa de defensa. Fue un golpe quirúrgico, sí, pero también un acto de provocación directa, con todas las características de una declaración informal de guerra.

Aunque en un primer momento la administración estadounidense intentó deslindarse del ataque, bastaron unas horas para que el propio Donald Trump —con su arrogancia habitual— admitiera que había sido informado de antemano.

Más aún: fuentes diplomáticas revelan que las negociaciones que Estados Unidos venía sosteniendo con Irán sobre el control de su programa nuclear habrían sido una estrategia de distracción para ganar tiempo, mientras Israel preparaba su ofensiva.

Es el viejo juego del poder duro disfrazado de diplomacia. Mientras los cancilleres hablaban de diálogo y moderación en Viena, los misiles se alistaban en Tel Aviv. El resultado: una escalada sin precedentes que amenaza con incendiar toda la región.

Pero algo no salió como Netanyahu esperaba. Lejos de intimidarse, Irán respondió con velocidad y eficacia. La represalia iraní, que ya incluye ataques selectivos contra objetivos israelíes estratégicos, ha infligido daños reales a una nación que se ha jactado durante décadas de tener el mejor sistema de defensa del mundo. Esta vez, el escudo de hierro tiene fisuras. Y esas grietas están siendo hábilmente aprovechadas por Teherán, que ha logrado generar una narrativa de resistencia que está ganando simpatías no solo en el mundo musulmán, sino también en el bloque euroasiático.

El conflicto ha despertado alarmas globales. Rusia, aliada histórica de Irán, ha elevado su nivel de alerta militar en Siria y el Mar Caspio. China, más mesurada, ha pedido contención, pero se ha negado a condenar a Irán. Turquía, aunque miembro de la OTAN, ha condenado el ataque israelí y ha exigido una investigación internacional. En contraste, la Unión Europea se encuentra dividida entre su histórica alianza con Israel y la necesidad urgente de evitar una conflagración a gran escala que afectaría su ya frágil estabilidad económica y energética.

El verdadero peligro es que este conflicto, que ya rebasa los límites del enfrentamiento bilateral, puede escalar en cualquier momento hacia una guerra regional, o incluso mundial. Las potencias se alinean como piezas de ajedrez. De un lado, Estados Unidos, Israel, y —probablemente— el Reino Unido, fiel a su papel de aliado incondicional en las cruzadas anglosajonas. Del otro, Irán, Rusia, Siria, el Hezbolá libanés, y tal vez hasta China, que podría no quedarse al margen si sus intereses estratégicos en Asia Central y el Golfo se ven amenazados.

Más allá de los misiles y los titulares, este conflicto es también una batalla por el orden mundial. Trump, en su afán de reelegirse como el nuevo “presidente de guerra”, ha vuelto a recurrir al expediente de siempre: agitar el avispero del Medio Oriente para capitalizar políticamente el caos. Netanyahu, acosado por investigaciones de corrupción y crecientes críticas internas, ha decidido que la mejor defensa es un buen ataque. Ambos líderes, atrapados en sus propias crisis domésticas, han decidido jugar con fuego. El problema es que en este juego, el fuego podría volverse incontrolable.

La comunidad internacional tiene la responsabilidad urgente de actuar. No bastan los llamados tibios a la paz. Se requiere una intervención diplomática contundente, con sanciones reales y presiones multilaterales para frenar la espiral de violencia. El Consejo de Seguridad de la ONU debe dejar de ser un foro de retórica y asumir su papel histórico. La pregunta ya no es si el mundo puede permitirse otra guerra en el Medio Oriente. La verdadera pregunta es si podrá sobrevivir a ella.

Y como suele suceder, el primer síntoma del incendio ya lo ha registrado la economía global. El precio del petróleo se disparó un 14% en cuestión de horas, y las bolsas internacionales comenzaron a resentir la sacudida. Pero la amenaza mayor no es solo la volatilidad de corto plazo: Irán ha deslizado la posibilidad de cerrar el Estrecho de Ormuz, paso obligado de casi el 30% del crudo mundial. De cumplirse esta advertencia, el barril superaría fácilmente los 100 dólares, arrastrando al planeta a una espiral inflacionaria de pronóstico reservado, como ya ocurrió a principios de siglo. Una vez más, el caos en Medio Oriente no se queda allá: acaba tocando los bolsillos del mundo entero.

Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima

Twitter: @fjespriella

Correo: felicianoespriella@gmail.com 

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