Columna Olor a Dinero
Feliciano J. Espriella
“Cuando la perra es brava…
Miércoles 11 de junio de 2025
…hasta a los de casa muerde”, afirma un conocido refrán que, en estos momentos, viene como anillo al dedo para describir lo que ocurre con dos empresas emblemáticas de Estados Unidos: Apple y Mattel. La primera, fabricante de los afamados iPhones; la segunda, el mayor productor de juguetes infantiles del mundo.
Evidentemente, a Trump le valen “una pura y dos con sal” que estas compañías sean estadounidenses. Escudado tras una fachada pseudo-nacionalista y con una miopía empresarial alarmante, hace uso de los aranceles como “garrote político”, sin importar los costos económicos ni la seguridad jurídica. Utiliza esta herramienta como mecanismo de presión directa, seleccionando empresas específicas —como Apple y Mattel— que se atreven a tomar decisiones estratégicas fuera del guion presidencial.
Especialistas en comercio exterior advierten que esta práctica es legalmente cuestionable, ya que la legislación comercial exige que los aranceles se apliquen por categoría de productos y no de forma dirigida o personalizada. Pero a Trump no le interesa la letra de la ley; le interesa imponer su voluntad y capitalizar políticamente cualquier medida que pueda vender como victoria ante su base electoral.
¿Quién dijo que Estados Unidos era la tierra de las oportunidades? Porque, si eres una empresa estadounidense que decide pensar diferente, será mejor que empieces a buscar buenos abogados. La estrategia de Trump es clara: generar miedo e incertidumbre para forzar la relocalización de la producción y castigar la “desobediencia” empresarial. Los aranceles no son el fin, sino el medio para obtener concesiones políticas y colgarse medallas.
Y esta no es una estrategia nueva. Ya durante su primer mandato, Trump utilizó los aranceles como herramienta coercitiva contra países como China y México. La novedad ahora es que el garrote apunta también hacia dentro. No importa si eres un símbolo del capitalismo estadounidense o un titán del entretenimiento infantil. Si no te alineas, te espera el castigo.
La amenaza no es retórica. En el caso de Apple, surge tras la decisión de trasladar parte de su producción de China a India. Esta movida contradice la narrativa del “retorno industrial” que Trump promueve, lo cual parece haber encendido el ego presidencial. Ya antes había informado a Tim Cook que esperaba que los iPhones vendidos en EE.UU. fueran también fabricados allí. ¿Resultado? Amenaza de aranceles de hasta 145% sobre productos importados.
Con Mattel, el libreto es similar. Tras declarar su CEO, Ynon Kreiz, que relocalizar su producción sería más costoso que pagar los aranceles, Trump respondió con una amenaza de imponer tributos del 100% a los juguetes importados. No se trata de proteger industrias, sino de doblegar decisiones empresariales que no se alinean con la visión presidencial.
Apple enfrenta ya impactos concretos: caída en su valor bursátil, aumento de sus costos operativos y un entorno cada vez más hostil para su modelo de negocio globalizado. Mattel, por su parte, sigue diversificando su cadena de suministro hacia países como India y Vietnam, reconociendo que producir en EE.UU. es inviable por los altos costos. Aun así, enfrentará penalidades si no se somete al mandato del presidente.
El mensaje es claro y peligroso: en la era Trump, ni siquiera las empresas nacionales están a salvo si no se ajustan al molde político del inquilino de turno en la Casa Blanca. La política industrial deja de ser política pública y se convierte en instrumento de chantaje electoral.
En resumen: Trump convierte los aranceles en armas políticas para imponer obediencia, incluso dentro de su propia casa. Y lo hace sin importar las consecuencias económicas, ni el precedente legal que deja. Porque cuando la perra es brava…
Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia, y hasta la próxima.
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