Columna Olor A Dinero
Feliciano J. Espriella
Cumbre con costo político
Martes 10 de junio de 2025
La asistencia de Claudia Sheinbaum al G7 proyecta liderazgo internacional, pero no está exenta de riesgos internos ni de tensiones con Washington. La clave será regresar con resultados, no solo con aplausos.
La presidenta Claudia Sheinbaum asistirá por invitación del primer ministro canadiense a la Cumbre del G7 que se celebrará el 16 y 17 de junio en Kananaskis, Alberta. Esta participación, aunque simbólicamente poderosa, es también un delicado ejercicio de diplomacia económica en un tablero dominado por las potencias que mueven los hilos del orden global.
El G7 no es un espacio neutral. Es el club de los países ricos, el mismo que dicta líneas en torno al comercio, la seguridad, el medio ambiente y la hegemonía tecnológica. Que México —aunque sólo como invitado— se siente a esa mesa, puede interpretarse como un intento de Sheinbaum por mostrar al mundo que su gobierno no estará aislado ni será un simple eco de Palacio Nacional. Es también, claro, una jugada geopolítica que busca legitimidad internacional, posicionamiento regional y, si es posible, beneficios tangibles.
La oportunidad: inversión, clima y comercio
En lo económico, el G7 es un escaparate. México puede aprovecharlo para atraer inversiones en energías limpias, consolidar su narrativa de transición energética y buscar respaldo a proyectos de infraestructura verde. Sheinbaum ha hecho de la sustentabilidad una bandera, y esta cumbre le ofrece tribuna para demostrarlo.
Además, la cercanía del G7 con el proceso de revisión del T MEC en 2026 es clave. La presidenta podría utilizar el foro para tender puentes con los líderes de EE.UU. y Canadá antes de que arranque una renegociación que podría poner en la mesa temas como reglas de origen, condiciones laborales o política energética. Anticiparse, aunque sea en forma de “diálogo informal”, es una jugada de previsión.
El riesgo: Trump en escena
Pero no todo es oportunidad. Uno de los platos fuertes será el probable encuentro entre Sheinbaum y Donald Trump, quien asistirá a la cumbre en calidad de candidato presidencial republicano —y, según las encuestas, con amplias posibilidades de regresar a la Casa Blanca.
Trump ha vuelto con su discurso antiinmigrante y proteccionista. Ya amagó con elevar aranceles al acero y al aluminio, e incluso con aplicar medidas más duras si regresa al poder. Una reunión bilateral puede servir para reducir tensiones, pero también corre el riesgo de escenificar un espectáculo superficial que acabe por perjudicar a México más que ayudarlo. Trump no da nada gratis, y menos si puede usarlo como munición electoral.
El reto para Sheinbaum será mostrarse firme sin provocar, y dispuesta a dialogar sin ceder soberanía ni parecer que se arrodilla. Cualquier gesto interpretado como complacencia podría ser usado por la oposición para acusarla de inconsistencia o debilidad.
El espejo de las potencias
La presidenta llegará al G7 como la única líder de América Latina. Su presencia puede leerse como una señal de que México tiene algo que decir en el debate global. Pero también será, inevitablemente, un ejercicio de contraste: ¿cómo se verá nuestra política energética frente a la agenda verde europea?, ¿cómo se escuchará nuestra voz en materia migratoria en comparación con la de Biden o Trudeau?, ¿cómo nos observan realmente las potencias del norte?
El espejo del G7 no es indulgente. No basta con posar para la foto o dar un buen discurso. Lo que cuenta son los acuerdos, las alianzas y, sobre todo, el seguimiento.
Conclusión: que no sea sólo diplomacia de selfie
La participación de Sheinbaum en el G7 puede ser un punto de inflexión. Si logra abrir canales efectivos de diálogo, atraer compromisos climáticos o blindar intereses comerciales, podrá regresar a México con algo más que palmadas en la espalda. Pero si se limita a posar junto a los poderosos y regresa sin resultados concretos, la gira será recordada como diplomacia de selfie: vistosa, pero vacía.
Sheinbaum tiene la oportunidad de mostrarse como jefa de Estado en toda forma. De ella dependerá que este viaje no sea sólo un guiño al exterior, sino un paso firme hacia una política exterior moderna, estratégica y con los pies bien plantados en los intereses de México.
Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima.
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