El tomate mexicano es mucha pieza

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Columna Olor a Dinero

Feliciano J. Espriella

El tomate mexicano es mucha pieza

Viernes 18 de julio de 2025

Con una mezcla de discreta audacia y fuerza contundente, el tomate mexicano ha conquistado paladares y estanterías en todo Estados Unidos. Lo que para muchos es un simple ingrediente cotidiano, para México representa una joya agrícola, un músculo exportador y, ahora, una pieza central en una disputa comercial que se asoma con tintes políticos.

Desde el 1 de julio, entró en vigor en Estados Unidos un arancel del 17.5% a las importaciones de tomate mexicano. Un golpe nada menor para una industria que, durante décadas, ha demostrado eficiencia, calidad y capacidad logística. Sin embargo, más allá del golpe simbólico, la medida es, en los hechos, insostenible para el mercado estadounidense. ¿La razón? Aproximadamente el 70% del tomate fresco que consumen los hogares en EE.UU. proviene de México. Sustituirlo no es tarea sencilla, ni rápida, ni barata.

Estados Unidos no solo es el principal consumidor, sino el casi único destino de nuestras exportaciones tomateras: absorbe el 99.8% del tomate que México vende al exterior. Esa concentración comercial puede parecer riesgosa, pero en este caso, también refleja una dependencia inversa. Porque, mientras México podría diversificar mercados, EE.UU. no puede improvisar una nueva fuente de suministro sin resentir escasez, inflación en precios y ruptura en cadenas logísticas.

México es el principal exportador de tomate fresco en el mundo, con el 19% del volumen global de exportaciones, por encima de potencias tradicionales como España (14%) y Países Bajos (13%). Esto, a pesar de que ocupa el octavo lugar en producción mundial, con apenas el 1.7% de la producción global. Es decir, México no es el que más produce, pero sí el que mejor exporta. Una distinción que habla de competitividad, cercanía geográfica, calidad del producto y dominio logístico.

Por eso, las represalias comerciales —como el arancel impuesto— no solo son ineficaces, sino contraproducentes. En teoría, los productores estadounidenses celebran estas medidas como una “protección” frente a supuestas prácticas de dumping o competencia desleal. En la práctica, lo que han logrado es encarecer los insumos para sus propias cadenas de distribución, presionar al alza los precios al consumidor y tensar aún más la ya compleja relación bilateral.

Y si la idea era sustituir el tomate mexicano por producto de otros países, el intento está condenado al fracaso. China, India, Turquía e Italia, que figuran entre los principales productores del mundo, tienen un hándicap insalvable: están demasiado lejos. El tomate, como buen producto fresco, es perecedero. Y los costos logísticos, tiempos de entrega y regulaciones sanitarias hacen inviable un reemplazo masivo por esos proveedores. México, simplemente, es insustituible.

La agroindustria mexicana ha respondido con profesionalismo. Más que una reacción política, ha reforzado sus argumentos económicos. Los productores saben que, más allá de coyunturas, el mercado estadounidense necesita el tomate mexicano. La relación comercial —aunque a veces tensa— se ha cimentado en la realidad económica, no en retórica proteccionista.

A nivel interno, este éxito exportador también tiene rostro local. En el caso de Sonora, por ejemplo, la entidad ocupa el séptimo lugar nacional en producción de tomate, aportando el 5.7% del total nacional. Con 1,200 hectáreas sembradas, concentradas principalmente en el sur del estado, el tomate representa una actividad estratégica para los pequeños y medianos productores, generando empleo, dinamismo agrícola y divisas. La cercanía geográfica de Sonora con el mercado estadounidense le otorga ventajas logísticas importantes, que deben preservarse y potenciarse.

En un momento en que las tensiones comerciales con Estados Unidos se enmarcan también en un ciclo electoral y en una narrativa de “mano dura” por parte del presidente Trump, es crucial que México actúe con inteligencia estratégica. No se trata de escalar la confrontación, sino de hacer valer la realidad: el tomate mexicano no es un producto más, es una pieza clave del sistema alimentario de Norteamérica.

El tomate no solo es rojo por fuera: también tiene implicaciones geopolíticas, económicas y sociales. Y si algo ha quedado claro en esta historia es que, en la mesa de las disputas comerciales, el tomate mexicano es mucha pieza.

Me despido con un comercial: sintonicen a las 6:10 AM, “La Caliente” 90.7 FM., el colega y amigo José Ángel Partida me abre un espacio en su noticiero en el que comentaremos con más detalle esta columna. ¡No se lo pierdan!

Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima.

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