Edadismo: el costo silencioso del olvido en México

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Columna Olor A Dinero

Feliciano J. Espriella

Edadismo: el costo silencioso del olvido en México

Martes 15 de julio de 2025

El edadismo, término que describe la discriminación por edad, se ha convertido en una problemática latente en México. Basado en el artículo “Edadismo en México: el olvido que nos margina”, publicado por Jaime Cervantes Covarrubias, doctorante en Desarrollo Humano, en El Economista (13 de julio), esta reflexión nos lleva a cuestionarnos cómo una sociedad, que tanto presume valores familiares, puede relegar a quienes más experiencia tienen.

La marginación de las personas mayores no solo es una injusticia moral y ética; también es un derroche económico y social. Vivimos en un mundo donde la expectativa de vida ha aumentado significativamente. Sin embargo, a pesar de esta realidad demográfica, persisten estigmas y barreras laborales que desplazan a los adultos mayores a la periferia del tejido social y económico, negándoles la oportunidad de seguir aportando su valioso conocimiento y experiencia.

Este fenómeno de exclusión acarrea múltiples perjuicios. Primero, afecta emocional y psicológicamente a los adultos mayores, generando sentimientos de inutilidad, aislamiento y depresión. En segundo lugar, priva a las familias y comunidades del aporte invaluable que supone contar con generaciones experimentadas, cuyos consejos y perspectivas pueden ser decisivos en tiempos de crisis. Finalmente, a nivel país, el desaprovechamiento del capital intelectual y profesional de los mayores implica un desperdicio lamentable de recursos humanos altamente calificados.

Pensemos por un momento en Winston Churchill, quien asumió el liderazgo de Gran Bretaña a los 65 años, en plena Segunda Guerra Mundial. Churchill, cuya edad no fue impedimento sino una ventaja estratégica, brindó una claridad visionaria que muy pocos jóvenes podrían haber aportado en aquel contexto crítico. Su experiencia, combinada con su profunda comprensión histórica, cambió el rumbo de la humanidad. Otro ejemplo es la científica Rita Levi-Montalcini, quien recibió el Premio Nobel de Medicina en 1986, a sus 77 años, después de décadas de perseverancia e investigación incansable. Su trabajo sobre factores de crecimiento nervioso revolucionó la neurociencia y aún beneficia al campo de la medicina.

Casos como estos ilustran claramente que la edad no debe ser un parámetro para medir la capacidad de contribuir a la sociedad. Al contrario, la madurez puede ser el inicio de etapas aún más fructíferas. México, país rico en tradiciones y respeto por las generaciones anteriores, parece haber olvidado esta valiosa lección, sucumbiendo a estereotipos y prejuicios que empobrecen nuestro potencial colectivo.

Para revertir esta situación, es necesario un esfuerzo integral que involucre políticas públicas más inclusivas, campañas de concientización social y programas de reinserción laboral específicamente diseñados para adultos mayores. La educación también es clave, pues necesitamos inculcar desde temprana edad la comprensión de que todas las etapas de la vida tienen su propio valor y propósito.

Reconocer y actuar contra el edadismo no es un acto meramente altruista; es un imperativo práctico que beneficiará a la sociedad en su conjunto. Cuando marginamos a los adultos mayores, perdemos sabiduría, experiencia y perspectiva. Nos privamos del consejo templado por el tiempo y la paciencia. En cambio, al integrarlos plenamente en nuestras dinámicas sociales y productivas, ganamos una fuente inagotable de conocimientos, estabilidad emocional y guía estratégica.

El artículo de Cervantes Covarrubias pone el dedo en una llaga incómoda, pero indispensable. Nos obliga a cuestionar prejuicios arraigados y a considerar seriamente el potencial que aún yace en una generación a la que injustamente se considera “pasada de moda”. Las sociedades más exitosas son aquellas que valoran todas sus generaciones y saben aprovechar al máximo el aporte de cada una de ellas.

En resumen, la solución al edadismo requiere de una transformación cultural profunda. Una que reconozca que el envejecimiento es parte de la vida y no una enfermedad o un problema que deba esconderse o marginarse. El potencial de aportación de las personas mayores es tan vasto como la vida misma. México necesita urgentemente redescubrir el valor de esta sabiduría acumulada, antes de que sea demasiado tarde.

Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima

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