Juventud que salva vidas

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Columna Olor A Dinero

Feliciano J. Espriella

Juventud que salva vidas

Viernes 4 de julio de 2025

En una época marcada por el individualismo, la indiferencia y la falta de empatía colectiva, hay propuestas que iluminan el horizonte con un sentido profundo de solidaridad. Tal es el caso de la iniciativa presentada por la diputada Iris Sánchez Chiu para reformar la Ley de Profesiones del Estado de Sonora, que propone algo tan sencillo como poderoso: que la donación voluntaria de sangre cuente como una forma válida de cumplir el servicio social universitario.

Una propuesta que, en esencia, apuesta por algo urgente y necesario: una juventud que salva vidas.

La iniciativa no solo tiene sentido jurídico y legislativo. Tiene sentido humano.

Y es que la donación altruista de sangre en México, y particularmente en Sonora, atraviesa por una crisis profunda. Las cifras son alarmantes: durante 2024, apenas el 4% de las donaciones en el estado fueron voluntarias. De 35,359 unidades de sangre recolectadas, apenas 1,573 provinieron de donadores altruistas. Esto, en un contexto donde un solo paciente puede requerir entre ocho y diez unidades para sobrevivir a una cirugía mayor o a un tratamiento oncológico complejo.

Mientras tanto, miles de jóvenes cumplen su servicio social en trámites burocráticos, tareas sin trascendencia o actividades que poco o nada tienen que ver con el bienestar común. La propuesta de Sánchez Chiu rompe ese molde y plantea algo revolucionario en su simpleza: si donar sangre salva vidas, ¿por qué no reconocerlo formalmente como un acto de servicio social?

La reforma al artículo 20 Bis de la Ley de Profesiones contempla que los estudiantes puedan cumplir con su servicio social donando sangre tres veces en un periodo de dos años. Para quienes no sean aptos como donadores (por salud, peso, edad o condiciones específicas), se ofrece una alternativa igual de valiosa: participar en campañas de difusión, sensibilización y cultura de la donación.

Lejos de ser una ocurrencia improvisada, la iniciativa nace de una experiencia concreta: el Club de Donadores Altruistas de Sangre “Correcaminos” del Instituto Tecnológico Superior de Puerto Peñasco. Este grupo de 28 jóvenes, junto con su maestro, el profesor Alejandro Argüelles, ha promovido durante más de dos años una cultura de responsabilidad social en su comunidad. Desde ese laboratorio ciudadano, la propuesta escaló al Congreso del Estado de la mano de la diputada Sánchez Chiu, quien —con sensibilidad social y visión de futuro— supo escuchar y traducir el esfuerzo juvenil en una política pública replicable.

Y eso es precisamente lo que necesitamos: iniciativas que no vengan desde el escritorio, sino desde la calle, desde las aulas, desde la experiencia real. La propuesta de la diputada del PRI es un llamado a las nuevas generaciones, pero también un reto a la clase política: si queremos un país más solidario, comencemos por sembrar el valor del altruismo en quienes están en formación.

Más aún, esta reforma no camina sola. Se complementa con otras propuestas como la Ley de Fomento Cultural de Donación Voluntaria de Sangre, impulsada por los diputados Omar del Valle Colosio y Raúl González de la Vega, que incluye campañas permanentes de concientización, la creación de un Registro Estatal de Donantes y hasta incentivos fiscales. El momento es oportuno. La voluntad política existe. Lo que falta es avanzar.

Desde esta columna, me sumo al respaldo de esta reforma y hago un llamado a todos los partidos representados en el Congreso de Sonora para que la apoyen sin mezquindades ni cálculos partidistas. Aquí no se trata de ganar votos, sino de salvar vidas.

Donar sangre no debería ser un acto marginal, ni mucho menos desesperado, como suele ocurrir en hospitales públicos donde los familiares corren en busca de donantes en el último minuto. La donación voluntaria debe convertirse en una práctica cultural, cotidiana, orgullosa. Y qué mejor que empezar con los jóvenes, quienes están en la edad de formar conciencia, de involucrarse con las causas comunes, de entender que vivir en sociedad implica compromisos más allá del yo.

En un país donde la generosidad se celebra más con palabras que con hechos, esta propuesta de ley nos pone a prueba como sociedad. ¿Somos capaces de construir una cultura de salud colectiva? ¿Podemos trascender el egoísmo funcional que nos ha atrapado? ¿Seremos capaces de mirar al otro y decir: “te ayudo, aunque no te conozca”?

Convertir la donación de sangre en parte del servicio social es, además de un acto simbólico, un paso concreto hacia un México más justo, más sano y más humano.

Hagamos que esta reforma se apruebe. No como un favor a una diputada o a un partido, sino como un compromiso con la vida.

Porque una juventud que salva vidas es la base de una sociedad que merece vivir.

Me despido con un comercial: sintonicen a las 6:10 AM, “La Caliente” 90.7 FM., el colega y amigo José Ángel Partida me abre un espacio en su noticiero en el que comentaremos con más detalle esta columna. ¡No se lo pierdan!

Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima

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