Columna Olor A Dinero
Feliciano J. Espriella
Un nuevo “Parto de los montes”: Caso Gatell
Miércoles 2 de julio de 2025
Retumban los cerros. La montaña tiembla, los medios se estremecen, las redacciones se alborotan. La Auditoría Superior de la Federación presenta observaciones a la cuenta pública de 2020 sobre el manejo de la pandemia… y lo que paren es un ratoncito. Ni siquiera uno bien alimentado.
El escándalo, orquestado por la ya célebre Cofradía del Chayote —López-Dóriga desde su púlpito de ego, Ciro Gómez Leyva al borde del llanto y Leo Zuckermann con su indignación tarifada— intentó convertir un informe técnico en un veredicto moral. “Gatell nos falló”, titulan sin rubor. Pero no es Gatell quien falló: fue la narrativa que intentaron imponer. Una que naufraga ante la evidencia y la memoria.
Y es que el motivo real de tanto brinco no fue la auditoría, sino el anuncio reciente de que Hugo López-Gatell ha sido postulado por México para representar al país ante la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y eso, para ciertos opinadores profesionales, es intolerable. ¿Cómo permitir que un personaje tan vilipendiado en sus columnas —y tan exitoso pese a todo— tenga proyección internacional? El linchamiento tenía que reactivarse, aunque fuera con lo primero que apareciera. Y apareció la cuenta pública de 2020.
Para contextualizar: en 2019, un año antes del primer caso de COVID-19, México ya presentaba un sistema de salud colapsado, producto de décadas de abandono y saqueo. Hospitales sin insumos, clínicas sin personal, corrupción en los sistemas de compras. Esa era la herencia. Y así comenzó la pandemia.
¿Esperaban milagros? ¿Creyeron que se enfrentaría una emergencia mundial sin fisuras, en un país donde el IMSS aún arrastraba cirugías diferidas de tres años atrás, y donde un diagnóstico de cáncer en el ISSSTE podía significar una sentencia de espera, no de esperanza?
Y aun así, México resistió. Con errores y carencias, sí, pero con una estrategia de vacunación que logró cifras récord, con acceso gratuito a pruebas, tratamientos y vacunas. El país no colapsó. No hubo selección económica de pacientes ni discriminación por edad o estatus social. Y aunque los profetas del desastre lo omitan, el país recibió reconocimientos internacionales por su enfoque humano, prioritario y universal. La OPS, la ONU, y diversos expertos señalaron que México hizo mucho con muy poco.
Eso, claro, no se escucha en las sobremesas de Radio Fórmula.
A este cuadro hay que sumarle la altísima vulnerabilidad de la población mexicana, líder mundial en enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y obesidad. El virus nos tomó con la pólvora regada. La letalidad fue brutal, no por ineptitud, sino por las condiciones históricas que hicieron del país un campo minado sanitario.
Lo que la Auditoría encontró —mal que bien— fueron observaciones administrativas: retrasos en la entrega de bienes, documentación incompleta, procesos mal integrados. Nada distinto a lo que aparece cada año en otras dependencias, en todos los niveles. Pero sólo uno tenía que ser crucificado: Gatell.
Porque ahora resulta que el pecado imperdonable es haber sido postulado a la OMS. No se trata de justicia ni de transparencia. Es revancha. Es ajuste de cuentas. Es el berrinche de quienes no toleran que alguien no alineado a su lógica editorial sea reconocido fuera del país.
Y aquí viene el verdadero nudo de esta alegoría: si en el momento más doloroso y caótico de la pandemia, con cientos de miles de muertos, esos mismos opinadores no lograron sembrar en la sociedad el repudio que tanto anhelaban contra Gatell y contra la 4T, ¿qué posibilidades tienen ahora de hacer mella, cuando el polvo se ha asentado y la memoria empieza a organizar sus juicios con más perspectiva que pánico?
La verdad es que sus diatribas, pletóricas de odio, no cuajaron entonces… y ahora resultan aún más estériles. El público que antes podía dudar, hoy distingue mejor entre información y consigna. El linchamiento mediático ha perdido filo. Las fábulas del “gran escándalo” no asustan a nadie cuando el desenlace ya lo conocemos.
El verdadero escándalo no es Gatell. El verdadero escándalo es el sistema de salud que heredó, y que aún está lejos de sanar. El escándalo es que sigamos confiando en opinadores que juzgan desde la comodidad de sus estudios climatizados, y que nunca habrían tenido el valor de enfrentar lo que él enfrentó. El escándalo es que en México, los linchamientos mediáticos se disfracen de cruzadas morales.
Así que sí: la montaña crujió, los noticieros temblaron, las plañideras salieron en horario estelar… pero lo que nos entregaron fue un ratón.
Y ni siquiera uno con los dientes afilados.
Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima